En conclusión, el hecho de que en algunas comunidades cristianas se utilice mal el dispositivo disciplinario, no justifica la inacción al respecto. Los dos extremos son dañinos a la salud de la Iglesia. Para el cristiano el ejercicio de la tarea pastoral restauradora de la salud espiritual del hermano que ha caído no es una opción, sino un mandato del Señor. No hay lugar para el "no te metas" o el “¿quién soy yo para convertirme en juez de mi hermano?” El Señor espera la militancia pastoral de todos
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